La limpieza
de las armas de avancarga, tras la sesión de tiro, es
uno de los aspectos más controvertidos y que más estupor
causa entre los aficionados que se inician. Siempre se
intenta limitarla, cuando la eliminación de los residuos
de la combustión es una exigencia necesaria para
mantener la pistola, no solo operativa, sino en buen
estado. Retrasarla, o evitarla, solo conlleva el
deterioro de la pistola, y no solo en su parte estética,
también en la mecánica y funcional.
Desmontar la pistola es extremadamente fácil y al
alcance de cualquier
aficcionado
que disponga únicamente de un
destornillador.
En primer lugar extraemos
la llave de la caja. Con
esta en posición de medio armado, la desatornillamos
por
la parte contraria a la misma, llamada el espejo,
quedando liberada
y preparada para su limpieza, secado y lubricación.
A continuación quitaremos el
cañón.
Para ello
tan solo hay que
deslizar la chaveta que lo mantiene sujeto a la caja
por la parte
inferior de la zona media. En algunos modelos también hay que
aflojar el tornillo
que sujeta el culatín o "rabera".
Una vez hecho esto solo queda sacar el cañón levantando
desde la boca, ya que este queda retenido por medio de
la uña de la rabera y el pasador citado
anteriormente.
Existen
otros sistemas de anclaje, pero son igualmente
sencillos,
pues este tipo de armas siempre han requerido de un
cierto esmero en su limpieza, debido principalmente a que los residuos de combustión
de la pólvora negra, salino-sulfurosos, son altamente
higroscópicos y corrosivos.
Para mantener el cañón en las mejores condiciones de
tiro, es necesario que lo limpiemos correctamente. Para
ello dispondremos de agua caliente,
pues
los residuos de
pólvora negra son solubles
en ella. Una
baqueta de limpieza,
preferiblemente de latón, y
trapos de tipo bayeta pre-cortados de manera que se
adapten a la
misma. También necesitaremos
un cepillo de los usados para la
higiene bucal y aceite para armas
de calidad.
En primer lugar dispondremos del agua en un recipiente
(a ser posible de
material
plástico), en el que introduciremos el
cañón por la parte de la recámara. Con el cepillo
frotaremos entre el oído con el fin de quitar la
carbonilla que queda en esa zona. Seguidamente con la
baqueta, a la que habremos puesto un trapo humedecido de
los reseñados, introduciremos hacia el interior del
cañón y con un movimiento de vaivén bombearemos agua,
que entrará y saldrá
a
través
del canal de fuego, disolviendo y arrastrando los residuos de
la zona de la recámara a la que no se puede acceder
mediante la baqueta.
Actuaremos hasta que
deje de salir este liquido oscuro,
entonces
podremos sacar el
cañón y secarlo bien exteriormente, para seguir con el
proceso de secado interior.
Para
lo cual y con la misma
baqueta,
ahora seca, introduciremos un trapo
de bayeta limpio
en
el interior y lo pasaremos hacia adentro y hacia fuera
substituyéndolo con frecuencia hasta que salga seco.
Una
vez limpio y seco
procederemos al aceitado del ánima, por medio de la
misma baqueta y un trapo impregnado en aceite para
armas.
El autor prefiere el aceite WD40, aunque existen otros muchos de
calidad contrastada.
Si fuera
necesario para el secado,
aplicaríamos aire comprimido o caliente para acelerar el
proceso,
especialmente en la zona de la recámara.
Terminaremos pasando
un
trapo aceitado por
el exterior del cañón,
y
con esto
último
habrá quedado
perfectamente limpio, protegido y dispuesto para la
próxima sesión de tiro.
Para volver a montar el cañón, procederemos de forma
inversa a como lo hemos desmontado, teniendo en cuenta
que primero hemos de
anclar
la uña del culatín
(parte trasera del cañón) con la rabera instalada en la
caja, que tiene una hendidura a tal efecto. Seguidamente
lo
encajaremos en la caña
y pasaremos la chaveta, que
suele ir bastante ajustada.
En los cañones con tornillo trasero se actúa de igual
forma, asegurando en primer lugar la rabera del cañón y
seguidamente la parte delantera.
La llave
se limpia
de forma similar, aunque por ser
más accesible, podemos hacerlo solamente con un cepillo,
aceite para armas y un buen trapo de algodón o papel de
cocina. El objetivo es eliminar cualquier resto de
combustión y re-engrasar las partes móviles, con
especial
dedicación al
eje del rastrillo.
La llave es lo primero que quitamos, y lo último en ser
montado. Tras lo cual comprobaremos el perfecto ajuste y
funcionamiento de la misma.
En una de las fotos se le ve con una pistola de aire a
presión
¿se puede secar solo con ella?
Supongo que
se podría. Sin embargo lo usual es hacer el proceso
descrito y ayudarse de ella para las zonas más
inaccesibles, como el mecanismo de la llave o el
interior de la recámara.
El autor
considera muy útil el aire a presión porque asegura el perfecto secado de
las zonas más críticas. Además de reducir el tiempo que
dedicamos al mantenimiento.
Cuando estos
compresores de aire eran menos habituales, el
procedimiento era desplazar la humedad a base de aceite
lubricante. Sin embargo el exceso de aceite en el interior de la
recámara siempre acaba por generar problemas de encendido,
especialmente al inicio de las competiciones.
¿Parece necesario ser generoso con el aceite?
Si hacemos
un mantenimiento cuidadoso no es necesario abusar del
aceite, especialmente dentro del cañón, donde solo se
debe proteger el ánima, y bajo criterio del autor, nunca
en la zona de la recámara y canal de fuego.